jueves, 8 de enero de 2015

9 DE ENERO VIERNES II DEL TIEMPO DE NAVIDAD

 

 

REYES MAGOS JUNTO AL PESEBRE

 

Del propio del día. Salterio II.

 

 

OFICIO DE LECTURA

 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza

 

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

 

Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

 

 

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

 

Himno: AYER, EN LEVE CENTELLA

 

Ayer, en leve centella,

te vio Moisés sobre el monte;

hoy no basta el horizonte

para contener tu estrella.

 

Los magos preguntan; y ella

de un Dios infante responde

que en duras pajas se acuesta

y más se nos manifiesta

cuanto más hondo se esconde. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Señor, no me castigues con cólera.

 

Salmo 37 I - ORACIÓN DE UN PECADOR EN PELIGRO DE MUERTE

 

Señor, no me corrijas con ira,

no me castigues con cólera;

tus flechas se me han clavado,

tu mano pesa sobre mí;

 

no hay parte ilesa en mi carne

a causa de tu furor,

no tienen descanso mis huesos

a causa de mis pecados;

 

mis culpas sobrepasan mi cabeza,

son un peso superior a mis fuerzas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Señor, no me castigues con cólera.

 

Ant 2. Señor, todas mis ansias están en tu presencia.

 

Salmo 37 II

 

Mis llagas están podridas y supuran

por causa de mi insensatez;

voy encorvado y encogido,

todo el día camino sombrío;

 

tengo las espaldas ardiendo,

no hay parte ilesa en mi carne;

estoy agotado, deshecho del todo;

rujo con más fuerza que un león.

 

Señor mío, todas mis ansias están en tu presencia,

no se te ocultan mis gemidos;

siento palpitar mi corazón,

me abandonan las fuerzas,

y me falta hasta la luz de los ojos.

 

Mis amigos y compañeros se alejan de mí,

mis parientes se quedan a distancia;

me tienden lazos los que atentan contra mí,

los que desean mi daño me amenazan de muerte,

todo el día murmuran traiciones.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Señor, todas mis ansias están en tu presencia.

 

Ant 3. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

 

Salmo 37 III

 

Pero yo, como un sordo, no oigo;

como un mudo, no abro la boca;

soy como uno que no oye

y no puede replicar.

 

En ti, Señor, espero,

y tú me escucharás, Señor, Dios mío;

esto pido: que no se alegren por mi causa,

que, cuando resbale mi pie, no canten triunfo.

 

Porque yo estoy a punto de caer,

y mi pena no se aparta de mí:

yo confieso mi culpa,

me aflige mi pecado.

 

Mis enemigos mortales son poderosos,

son muchos los que me aborrecen sin razón,

los que me pagan males por bienes,

los que me atacan cuando procuro el bien.

 

No me abandones, Señor,

Dios mío, no te quedes lejos;

ven aprisa a socorrerme,

Señor mío, mi salvación.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Yo te confieso mi culpa, no me abandones, Señor, Dios mío.

 

V. El Señor nos instruirá en sus caminos.

R. Y marcharemos por sus sendas.

 

PRIMERA LECTURA

 

Del libro del profeta Isaías 63, 7--64, 1

 

MISERICORDIA DE DIOS HACIA EL PUEBLO ABANDONADO

 

Voy a recordar las misericordias del Señor, a cantar sus alabanzas: todo lo que él hizo por nosotros, sus muchos beneficios a la casa de Israel, lo que hizo con su compasión y con su gran misericordia.

 

Él dijo: «Realmente son mi pueblo, hijos que no me traicionarán.» Él fue su salvador en el peligro: no fue un mensajero ni un enviado, él en persona los salvó, con su amor y su clemencia los rescató, los libró siempre y los alzó en brazos en los tiempos antiguos.

 

Pero ellos se rebelaron e irritaron su santo espíritu; entonces él se hizo enemigo de ellos y peleó en su contra. Ellos se acordaron de los tiempos antiguos y de Moisés, su siervo: ¿Dónde está el que sacó de las aguas al pastor de su rebaño? ¿Dónde está el que puso en su pecho su santo espíritu? ¿El que estuvo a la derecha de Moisés, guiándolo con su brazo glorioso? ¿El que dividió el mar ante ellos, ganándose renombre perpetuo? ¿El que los hizo andar sin tropiezo por el fondo del mar, como los caballos a través de la estepa? El espíritu del Señor los llevó al descanso, como se guía a un rebaño que baja a la llanura. Así te ganaste un renombre glorioso.

 

Observa desde el cielo, contempla desde tu morada santa y gloriosa: ¿Dónde está tu celo y tu fortaleza, tu entrañable ternura y compasión? No la reprimas, que tú eres nuestro Padre: Abraham no sabe de nosotros, Israel no nos reconoce; tú, Señor, eres nuestro Padre, tu nombre ha sido siempre desde antiguo: «Redentor nuestro».

 

Señor, ¿por qué nos dejas errar fuera de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¿Por qué un tirano se apodera de tu pueblo santo y los enemigos pisotean tu santuario? Hace tiempo que somos como gente a la que tú ya no gobiernas, a la que no se le llama ya por tu nombre.

 

¡Ojalá rasgaras el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!

 

RESPONSORIO    Is 63, 17. 19

 

R. Señor, ¿por qué nos dejas errar fuera de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? * ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

V. Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad.

R. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

 

SEGUNDA LECTURA

 

De las Disertaciones de san Proclo de Constantinopla, obispo

(Disertación 7, En la santa Teofanía, 1-3: PG 65, 758-759)

 

LA SANTIFICACIÓN DE LAS AGUAS

 

Cristo se ha hecho visible al mundo y, devolviéndole su antigua armonía, lo ha llenado de hermosura y de gozo. Ha tomado sobre sí el pecado del mundo, arrojando de él al enemigo. Ha santificado los manantiales de agua y ha iluminado las almas de los hombres. Ha acumulado una serie de maravillas, a cual más admirable.

 

Hoy la tierra y el mar se han repartido entre sí la gracia del Salvador, y todo el mundo está inundado de alegría; el día de hoy añade nuevas maravillas a la solemnidad precedente.

 

En efecto, en la anterior solemnidad del nacimiento del Salvador se alegraba la tierra, porque llevaba al Señor en un pesebre; pero en este día de las Teofanías también el mar salta de gozo y se regocija alborozadamente; se regocija porque recibe en pleno Jordán la bendición santificadora.

 

En la solemnidad precedente Cristo se nos mostraba en la imperfección de la infancia, signo de nuestra propia imperfección; pero en la festividad que hoy celebramos lo vemos llegado ya a la perfección de su madurez, lo que designa de un modo velado la perfección de aquel que procede del que es perfecto por esencia. Antes, el que es Rey se revistió de la púrpura del cuerpo humano; ahora, el que es la fuente cubre y reviste, por así decirlo, las aguas del río.

 

¡Ea, pues!, contemplad estas nuevas y estupendas maravillas: el sol de justicia se baña en el Jordán, el fuego se sumerge en el agua, Dios es santificado por ministerio de un hombre.

 

Hoy toda la creación prorrumpe en este himno: Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el que viene en todo tiempo, pues no es ésta la primera de sus venidas.

 

Y ¿de quién se trata? Dínoslo claramente, por favor, bienaventurado salmista: El Señor es Dios: él nos ilumina. Y no sólo el salmista, sino que también el apóstol Pablo se hace solidario de su testimonio, cuando dice: Dios ha hecho aparecer a vista de todos los hombres la gracia que nos trae la salud; y nos enseña a vivir con sensatez. No dice «a vista de algunos», sino de todos, porque todos, judíos y griegos, obtienen la salvación por el bautismo, todos pueden beneficiarse de sus riquezas.

 

¡Ea, pues!, considerad este admirable y nuevo diluvio, superior en todo al que tuvo lugar en tiempos de Noé. Porque entonces el agua del diluvio destruyó al género humano; mas ahora el agua del bautismo, con la eficacia que Cristo le comunica al ser él bautizado, retorna los muertos a la vida. Entonces una paloma, llevando en su boca un ramo de olivo, designaba la fragancia del olor de Cristo Señor; pero ahora el Espíritu Santo, al venir en forma de paloma, pone de manifiesto al mismo Señor de la misericordia.

 

RESPONSORIO    

 

R. Hoy se manifestó a nosotros el que es «Luz de Luz», al cual bautizó Juan en el Jordán: * Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.

V. Los cielos se abrieron sobre él y se oyó la voz del Padre.

R. Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.

 

ORACIÓN.

 

OREMOS,

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

LAUDES

(Oración de la mañana)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza

 

INVITATORIO

 

Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Himno: ESTRELLA NUNCA VISTA SE APARECE

 

Estrella nunca vista se aparece

a los remotos magos orientales,

y, al juzgar de los fuegos celestiales,

otra lumbre mayor los esclarece.

 

Nacido sacro Rey se les ofrece,

con nuevas maravillas y señales,

para que reverentes y leales

la obediencia le den como merece.

 

Parten llevados de la luz y el fuego,

del fuego de su amor; luz que los guía

con claridad ardiente y soberana.

 

Subió al trono de Dios el pío ruego,

y, llenos de firmísima alegría,

vieron la luz de Dios por nube humana.

 

Gloria y loores por la eternidad

tribútense a la Santa Trinidad. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.

 

Salmo 50 - CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado.

 

Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado:

contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

 

En la sentencia tendrás razón,

en el juicio brillará tu rectitud.

Mira, que en la culpa nací,

pecador me concibió mi madre.

 

Te gusta un corazón sincero,

y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;

lávame: quedaré más blanco que la nieve.

 

Hazme oír el gozo y la alegría,

que se alegren los huesos quebrantados.

Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

 

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:

enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti.

 

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,

Dios, Salvador mío!,

y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

 

Los sacrificios no te satisfacen;

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:

un corazón quebrantado y humillado

tú no lo desprecias.

 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,

sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.

 

Ant 2. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.

 

Cántico: JUICIO DE DIOS - Ha 3, 2-4. 13a. 15-19

 

¡Señor, he oído tu fama,

me ha impresionado tu obra!

En medio de los años, realízala;

en medio de los años, manifiéstala;

en el terremoto acuérdate de la misericordia.

 

El Señor viene de Temán;

el Santo, del monte Farán:

su resplandor eclipsa el cielo,

la tierra se llena de su alabanza;

su brillo es como el día,

su mano destella velando su poder.

 

Sales a salvar a tu pueblo,

a salvar a tu ungido;

pisas el mar con tus caballos,

revolviendo las aguas del océano.

 

Lo escuché y temblaron mis entrañas,

al oírlo se estremecieron mis labios;

me entró un escalofrío por los huesos,

vacilaban mis piernas al andar.

Tranquilo espero el día de la angustia

que sobreviene al pueblo que nos oprime.

 

Aunque la higuera no echa yemas

y las viñas no tienen fruto,

aunque el olivo olvida su aceituna

y los campos no dan cosechas,

aunque se acaban las ovejas del redil

y no quedan vacas en el establo,

yo exultaré con el Señor,

me gloriaré en Dios mi salvador.

 

El Señor soberano es mi fuerza,

él me da piernas de gacela

y me hace caminar por las alturas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. En Tu juicio, Señor, acuérdate de la misericordia.

 

Ant 3. Glorifica al Señor, Jerusalén.

 

Salmo 147 - RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.

 

Glorifica al Señor, Jerusalén;

alaba a tu Dios, Sión:

que ha reforzado los cerrojos de tus puertas

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;

ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina.

 

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz;

manda la nieve como lana,

esparce la escarcha como ceniza;

 

hace caer el hielo como migajas

y con el frío congela las aguas;

envía una orden, y se derriten;

sopla su aliento, y corren.

 

Anuncia su palabra a Jacob,

sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así,

ni les dio a conocer sus mandatos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Glorifica al Señor, Jerusalén.

 

LECTURA BREVE   Is 49, 8-9a

 

Te he constituido como alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir las heredades desoladas, para decir a los cautivos: «Salid», y a los que están en tinieblas: «Venid a la luz.»

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Se postrarán ante él todos los reyes.

R. Se postrarán ante él todos los reyes.

 

V. Todos los pueblos le servirán.

R. Y todos los reyes.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Se postrarán ante él todos los reyes.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Hemos visto su estrella en oriente y hemos venido con presentes a adorar al Señor.

 

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas:

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Hemos visto su estrella en oriente y hemos venido con presentes a adorar al Señor.

 

PRECES

 

Acudamos a Cristo, Palabra eterna engendrada por el Padre antes del comienzo del mundo y nacido como hombre en el momento culminante de la historia, y aclamémoslo, alegres, diciendo:

 

Bendito seas, Señor.

 

Oh Cristo, Hijo de Dios vivo, que existes antes que el mundo fuera creado y viniste en el tiempo a la tierra para salvar al hombre,

haz que todos seamos testigos de la Buena Noticia de la salvación.

 

Sol de justicia, que brillas desde el seno del Padre e iluminas a todo el orbe,

sé luz para todos los que yacen en tiniebla y en sombra de muerte.

 

Tú que quisiste ser niño y fuiste colocado en un pesebre,

renueva en nosotros la sencillez de la infancia.

 

Tú que para darnos la vida eterna has querido ser nuestro pan vivo,

alegra nuestro espíritu con la celebración de la eucaristía.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres

 

Ya que somos la familia de Dios, digamos con grande confianza a nuestro Padre del cielo:

 

Padre nuestro...

 

ORACION

 

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

HORA TERCIA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: EL TRABAJO, SEÑOR, DE CADA DÍA

 

El trabajo, Señor, de cada día

nos sea por tu amor santificado,

convierte su dolor en alegría

de amor, que para dar tú nos has dado.

 

Paciente y larga es nuestra tarea

en la noche oscura del amor que espera;

dulce huésped del alma, al que flaquea

dale tu luz, tu fuerza que aligera.

 

En el alto gozoso del camino,

demos gracias a Dios, que nos concede

la esperanza sin fin del don divino;

todo lo puede en él quien nada puede. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. El misterio, escondido desde el comienzo de los siglos y generaciones, ahora se ha manifestado.

 

Salmo 118, 73-80

 

Tus manos me hicieron y me formaron:

instrúyeme para que aprenda tus mandatos;

tus fieles verán con alegría

que he esperado en tu palabra;

reconozco, Señor, que tus mandamientos son justos,

que con razón me hiciste sufrir.

 

Que tu bondad me consuele,

según la promesa hecha a tu siervo;

cuando me alcance tu compasión, viviré,

y mis delicias serán tu voluntad;

que se avergüencen los insolentes del daño que me hacen;

yo meditaré tus decretos.

 

Vuelvan a mí tus fieles

que hacen caso de tus preceptos;

sea mi corazón perfecto en tus leyes,

así no quedaré avergonzado.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 58, 2-6a. 10-11. 17-18: ORACIÓN PIDIENDO LA PROTECCIÓN DE DIOS ANTE LOS ENEMIGOS

 

Líbrame de mi enemigo, Dios mío;

protégeme de mis agresores,

líbrame de los malhechores,

sálvame de los hombres sanguinarios.

 

Mira que me están acechando,

y me acosan los poderosos:

sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,

sin culpa mía, avanzan para acometerme.

 

Despierta, ven a mi encuentro, mira:

tú, el Señor de los ejércitos,

el Dios de Israel.

 

Estoy velando contigo, fuerza mía,

porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.

 

Que tu favor se adelante, ¡oh Dios!,

y me haga ver la derrota del enemigo.

 

Pero yo cantaré tu fuerza,

por la mañana aclamaré tu misericordia;

porque has sido mi alcázar

y mi refugio en el peligro.

 

Y tocaré en tu honor, fuerza mía,

porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 59 - ORACIÓN DESPUÉS DE UNA CALAMIDAD

 

¡Oh Dios!, nos rechazaste y rompiste nuestras filas;

estabas airado, pero restáuranos.

Has sacudido y agrietado el país:

repara sus grietas, que se desmorona.

 

Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,

dándole a beber un vino de vértigo;

diste a tus fieles la señal de desbandada,

haciéndolos huir de los arcos.

 

Para que se salven tus predilectos,

que tu mano salvadora nos responda.

 

Dios habló en su santuario:

«Triunfante ocuparé Siquén,

parcelaré el valle de Sucot;

 

mío es Galaad, mío Manasés,

Efraím es yelmo de mi cabeza,

Judá es mi cetro;

 

Moab, una jofaina para lavarme;

sobre Edom echo mi sandalia,

sobre Filistea canto victoria.»

 

Pero ¿quién me guiará a la plaza fuerte,

quién me conducirá a Edom,

si tú, ¡oh Dios!, nos has rechazado

y no sales ya con nuestras tropas?

 

Auxílianos contra el enemigo,

que la ayuda del hombre es inútil.

Con Dios haremos proezas,

él pisoteará a nuestros enemigos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El misterio, escondido desde el comienzo de los siglos y generaciones, ahora se ha manifestado.

 

LECTURA BREVE   1 Tm 1, 15

 

Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es ésta: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.

 

V. Apareció en la tierra.

R. Y convivió entre los hombres.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

HORA SEXTA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.

 

Este mundo del hombre, en que él se afana

tras la felicidad que tanto ansía,

tú lo vistes, Señor, de luz temprana

y de radiante sol al mediodía.

 

Así el poder de tu presencia encierra

el secreto más hondo de esta vida;

un nuevo cielo y una nueva tierra

colmarán nuestro anhelo sin medida.

 

Poderoso Señor de nuestra historia,

no tardes en venir gloriosamente;

tu luz resplandeciente y tu victoria

inunden nuestra vida eternamente. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Cristo, cuando vino, anunció la buena nueva de la paz a los que estabais lejos y a los que estaban cerca.

 

Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

 

A ti levanto mis ojos,

a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos

fijos en las manos de sus señores,

 

como están los ojos de la esclava

fijos en las manos de su señora,

así están nuestros ojos

en el Señor, Dios nuestro,

esperando su misericordia.

 

Misericordia, Señor, misericordia,

que estamos saciados de desprecios;

nuestra alma está saciada

del sarcasmo de los satisfechos,

del desprecio de los orgullosos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

 

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte

-que lo diga Israel-,

si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,

cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:

tanto ardía su ira contra nosotros.

 

Nos habrían arrollado las aguas,

llegándonos el torrente hasta el cuello;

nos habrían llegado hasta el cuello

las aguas espumantes.

 

Bendito el Señor, que no nos entregó

como presa a sus dientes;

hemos salvado la vida como un pájaro

de la trampa del cazador:

la trampa se rompió y escapamos.

 

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.

 

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:

no tiembla, está asentado para siempre.

 

Jerusalén está rodeada de montañas,

y el Señor rodea a su pueblo

ahora y por siempre.

 

No pesará el cetro de los malvados

sobre el lote de los justos,

no sea que los justos extiendan

su mano a la maldad.

 

Señor, concede bienes a los buenos,

a los sinceros de corazón;

y a los que se desvían por sendas tortuosas,

que los rechace el Señor con los malhechores.

¡Paz a Israel!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Cristo, cuando vino, anunció la buena nueva de la paz a los que estabais lejos y a los que estaban cerca.

 

LECTURA BREVE   Ap 21, 23-24

 

La ciudad santa de Jerusalén no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su esplendor.

 

V. Los pueblos verán a tu Justo.

R. Y los reyes de la tierra a tu Héroe.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

HORA NONA

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: FUNDAMENTO DE TODO LO QUE EXISTE

 

Fundamento de todo lo que existe,

de tu pueblo elegido eterna roca,

de los tiempos Señor, que prometiste

dar tu vigor al que con fe te invoca.

 

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,

tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte

para amarte y servirte en esta vida

y gozarte después de santa muerte.

 

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa

en este atardecer que se avecina,

serena claridad y dulce brisa

será tu amor que todo lo domina. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.

 

Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

 

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

 

Que el Señor cambie nuestra suerte

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

 

Al ir, iban llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelven cantando,

trayendo sus gavillas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

 

Si el Señor no construye la casa,

en vano se cansan los albañiles;

si el Señor no guarda la ciudad,

en vano vigilan los centinelas.

 

Es inútil que madruguéis,

que veléis hasta muy tarde,

los que coméis el pan de vuestros sudores:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

 

La herencia que da el Señor son los hijos;

una recompensa es el fruto de las entrañas:

son saetas en mano de un guerrero

los hijos de la juventud.

 

Dichoso el hombre que llena

con ellas su aljaba:

no quedará derrotado cuando litigue

con su adversario en la plaza.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

 

¡Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

 

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien;

tu mujer, como una vid fecunda,

en medio de tu casa;

 

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa:

ésta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

 

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida;

que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.

 

LECTURA BREVE   1Jn 1, 5

 

El mensaje que de él hemos recibido y os transmitimos es éste: Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna.

 

V. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios.

R. Haced resonar sus alabanzas.

 

ORACIÓN

 

OREMOS,

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

VÍSPERAS

(Oración de la tarde)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: REYES QUE VENÍS POR ELLAS

 

Reyes que venís por ellas,

no busquéis estrellas ya,

porque donde el sol está

no tienen luz las estrellas.

 

Mirando sus luces bellas,

no sigáis la vuestra ya,

porque donde el sol está

no tienen luz las estrellas.

 

Aquí parad, que aquí está

quien luz a los cielos da:

Dios es el puerto más cierto,

y si habéis hallado puerto

no busquéis estrellas ya.

 

No busquéis la estrella ahora:

que su luz ha oscurecido

este Sol recién nacido

en esta Virgen Aurora.

 

Ya no hallaréis luz en ellas,

el Niño os alumbra ya,

porque donde el sol está

no tienen luz las estrellas.

 

Aunque eclipsarse pretende,

no reparéis en su llanto,

porque nunca llueve tanto

como cuando el sol se enciende.

 

Aquellas lágrimas bellas

la estrella oscurecen ya,

porque donde el sol está

no tienen luz las estrellas. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.

 

Salmo 114 - ACCIÓN DE GRACIAS

 

Amo al Señor, porque escucha

mi voz suplicante,

porque inclina su oído hacia mí

el día que lo invoco.

 

Me envolvían redes de muerte,

me alcanzaron los lazos del abismo,

caí en tristeza y angustia.

Invoqué el nombre del Señor:

«Señor, salva mi vida.»

 

El Señor es benigno y justo,

nuestro Dios es compasivo;

el Señor guarda a los sencillos:

estando yo sin fuerzas me salvó.

 

Alma mía, recobra tu calma,

que el Señor fue bueno contigo:

arrancó mi vida de la muerte,

mis ojos de las lágrimas,

mis pies de la caída.

 

Caminaré en presencia del Señor

en el país de la vida.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Arranca, Señor, mi vida de la muerte, mis pies de la caída.

 

Ant 2. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

 

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

 

Levanto mis ojos a los montes:

¿de dónde me vendrá el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

 

No permitirá que resbale tu pie,

tu guardián no duerme;

no duerme ni reposa

el guardián de Israel.

 

El Señor te guarda a su sombra,

está a tu derecha;

de día el sol no te hará daño,

ni la luna de noche.

 

El Señor te guarda de todo mal,

él guarda tu alma;

el Señor guarda tus entradas y salidas,

ahora y por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

 

Ant 3. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

 

Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES Ap 15, 3-4

 

Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor, Dios omnipotente,

justos y verdaderos tus caminos,

¡oh Rey de los siglos!

 

¿Quién no temerá, Señor,

y glorificará tu nombre?

Porque tú solo eres santo,

porque vendrán todas las naciones

y se postrarán en tu acatamiento,

porque tus juicios se hicieron manifiestos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

 

LECTURA BREVE   Col 1, 13-15

 

Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Será la bendición de todos los pueblos.

R. Será la bendición de todos los pueblos.

 

V. Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.

R. Todos los pueblos.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Será la bendición de todos los pueblos.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Preguntó Herodes a los magos: «¿Qué signo habéis visto sobre el Rey recién nacido?» «Vimos una estrella resplandeciente, cuyo fulgor ilumina al mundo entero.»

 

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

El hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Preguntó Herodes a los magos: «¿Qué signo habéis visto sobre el Rey recién nacido?» «Vimos una estrella resplandeciente, cuyo fulgor ilumina al mundo entero.»

 

PRECES

 

Glorifiquemos a Cristo, Palabra de Dios, que ha venido para arrojar a lo hondo del mar todos nuestros delitos y, llenos de confianza en su poder, digámosle suplicantes:

 

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

 

Sacerdote eterno, que al entrar en el mundo llevaste a plenitud el culto divino,

haz que, por medio de la Iglesia, todos participen del culto que tú has instituido.

 

Médico de las almas y de los cuerpos, que viniste a visitar a los que estábamos enfermos,

concede la salud a quienes carecen de ella y fortifica a los que se sienten débiles.

 

Tú que en tu nacimiento eres motivo de alegría para todos,

ayuda a los pobres, compadécete de los pecadores y haz que todos encuentren en ti su alegría.

 

Rey vencedor, que has venido a destruir las cadenas de nuestra antigua esclavitud,

haz justicia a los oprimidos y consuela a los encarcelados.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres

 

Tú que has venido al mundo para ser la puerta de entrada en el cielo,

haz que los difuntos tengan, por ti, acceso al Padre.

 

Con el deseo de que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres y que su amor se extienda por toda la tierra, pidamos al Padre que su reino venga a nosotros:

 

Padre nuestro...

 

ORACION

 

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

COMPLETAS

(Oración antes del descanso nocturno)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

EXAMEN DE CONCIENCIA

 

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

 

Yo confieso ante Dios todopoderoso

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho

de pensamiento, palabra, obra y omisión:

por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

 

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

 

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

 

Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE

 

Cuando la luz del sol es ya poniente,

gracias, Señor, es nuestra melodía;

recibe, como ofrenda, amablemente,

nuestro dolor, trabajo y alegría.

 

Si poco fue el amor en nuestro empeño

de darle vida al día que fenece,

convierta en realidad lo que fue un sueño

tu gran amor que todo lo engrandece.

 

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte

de pecadora en justa, e ilumina

la senda de la vida y de la muerte

del hombre que en la fe lucha y camina.

 

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza

la noche oscura sobre nuestro día,

concédenos la paz y la esperanza

de esperar cada noche tu gran día. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.

 

Salmo 87 - ORACIÓN DE UN HOMBRE GRAVEMENTE ENFERMO

 

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,

de noche grito en tu presencia;

llegue hasta ti mi súplica,

inclina tu oído a mi clamor.

 

Porque mi alma está colmada de desdichas,

y mi vida está al borde del abismo;

ya me cuentan con los que bajan a la fosa,

soy como un inválido.

 

Tengo mi cama entre los muertos,

como los caídos que yacen en el sepulcro,

de los cuales ya no guardas memoria,

porque fueron arrancados de tu mano.

 

Me has colocado en lo hondo de la fosa,

en las tinieblas del fondo;

tu cólera pesa sobre mí,

me echas encima todas tus olas.

 

Has alejado de mí a mis conocidos,

me has hecho repugnante para ellos:

encerrado, no puedo salir,

y los ojos se me nublan de pesar.

 

Todo el día te estoy invocando,

tendiendo las manos hacia ti.

¿Harás tú maravillas por los muertos?

¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

 

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,

o tu fidelidad en el reino de la muerte?

¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla

o tu justicia en el país del olvido?

 

Pero yo te pido auxilio,

por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.

¿Por qué, Señor, me rechazas

y me escondes tu rostro?

 

Desde niño fui desgraciado y enfermo,

me doblo bajo el peso de tus terrores,

pasó sobre mí tu incendio,

tus espantos me han consumido:

 

me rodean como las aguas todo el día,

me envuelven todos a una;

alejaste de mí amigos y compañeros:

mi compañía son las tinieblas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.

 

LECTURA BREVE   Jr 14, 9

 

Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.

R. Te encomiendo mi espíritu.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 

CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32

 

Ahora, Señor, según tu promesa,

puedes dejar a tu siervo irse en paz,

 

porque mis ojos han visto a tu Salvador,

a quien has presentado ante todos los pueblos

 

luz para alumbrar a las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 

ORACION

 

OREMOS,

Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana, lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

BENDICIÓN

 

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.

R. Amén.

 

ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN

 

Madre del Redentor, Virgen fecunda,

puerta del cielo siempre abierta,

estrella del mar,

 

ven a librar al pueblo que tropieza

y se quiere levantar.

 

Ante la admiración de cielo y tierra,

engendraste a tu santo Creador,

y permaneces siempre virgen.

 

Recibe el saludo del ángel Gabriel,

y ten piedad de nosotros, pecadores.

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